Para ello comenzaremos
repasando un diagnóstico de la situación actual a través del Barómetro de la Deuda Social Argentina elaborado
por la Universidad Católica Argentina quien nos brinda un cuadro pormenorizado de
nuestra calidad de vida en términos colectivos. Y es así que dicha investigación
nos revela un desolador escenario como resultado de los elevados índices de
pobreza estructural, altas necesidades básicas insatisfechas, baja calidad en
el empleo y en el sistema social, déficit en el acceso a las viviendas y los
servicios domiciliaros de red cloacal, agua corriente y gas natural, deterioradas
condiciones de salud y hábitos de prevención, desconfianza en las instituciones,
falta de garantías en la seguridad e integridad física de los ciudadanos, entre
otros indicadores.
Este
escenario se exhibe además con brechas significativas entre los distintos
sectores y estratos económicos sociales y, tal como manifiesta el Rector de la
Universidad en el prólogo del informe, esta cruda realidad no es sólo una deuda
pendiente del gobierno sino un desafío que interpela a toda la sociedad, a los
empresarios, a las instituciones, a las ciudades, a las familias y a cada uno
de nosotros.
Es posible
que no debamos irnos muy lejos en el tiempo para descubrir las causas de los
errores pero no podemos desconocer que cargamos con una pesada herencia que se
remonta a los orígenes de nuestra nación. Como nos expresa José Luis Romero en Las ideas políticas en Argentina, las
huellas de la era colonial no se han podido borrar a pesar de las múltiples
contingencias del desarrollo histórico.
Ahora bien,
¿cómo ha sido ese desarrollo? Luego de la conquista y colonización española en
América por más de 300 años, el pasado de nuestra nación se ha desplegado a
través de un sinuoso camino institucional a lo largo de otros 200 años. Una cronología
muy sucinta de la historia nacional nos permite visualizar estos vaivenes:
Después de atravesar rápidamente nuestra historia podríamos decir que numerosos factores explicarían la debilitada economía y calidad institucional, y en ese sentido podemos hallar una extensa bibliografía que examina, desde diferentes perspectivas, la compleja sociología argentina. Pero hay un factor en particular que podría considerarse clave para este análisis: el abuso del poder y la práctica autoritaria del liderazgo político y su consecuente desapego al espíritu republicano presente en los antecedentes revolucionarios de nuestra nación a partir del constitucionalismo norteamericano y consagrados luego por Juan Bautista Alberdi en las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina; como nos dice Natalio Botana en La libertad política y su historia, en la América de habla hispana quedó en pie la independencia mientras la república comenzó a recorrer desde entonces un largo trayecto, que aún no ha concluido, en procura de su legitimidad.
Es la cultura
de la dominación por la fuerza o por las acciones demagógicas las que han
desatado una constante tensión y desunión en el país, generando desconfianza y egoísmos
sectarios nocivos a los valores más profundos de nuestra sociedad; y ello se
puede advertir a través de las diferentes antinomias que fueron (y siguen) apareciendo
a lo largo de la historia y que en general han sido acompañadas de hechos
violentos que forman parte de nuestra antología nacional.
La democracia
de por sí asume una condición inconstante propia de la libertad y la movilidad social,
de allí que este sistema político además de su esencia republicana y
representativa requiere una convivencia pacífica y solidaria, y un verdadero
respeto de los derechos individuales, alejados tanto del clientelismo político
como de la marginación social.
Revertir esta
evolución histórica es una misión de todos, con distintos grados de
responsabilidad claro está, pero de todos al fin. No podemos persistir en los
mismos errores, tenemos que aprender las lecciones del pasado, debemos hacer un
cambio superador para revertir la deuda social descripta inicialmente, y el
primer paso para ello es comprender el verdadero significado de la patria, cuyo
valor hoy se ve manipulado en acontecimientos meramente triviales o usos
indebidos de todo tipo.
La patria
(del latín pater patris) alude a la
tierra de nuestros padres, a la deuda que tenemos con quienes vivimos en comunidad.
Es por ello que el patriotismo es un deber del ciudadano de cooperar al bien
común y como nos expresa Santo Tomas de Aquino “después de Dios, a los padres y
a la patria es a quienes más debemos” porque por El existimos, de ellos nacemos
y en ella nos criamos.
Más allá del nombre presidencial que surja del histórico “ballottage” que vamos a participar en los próximos días, se hace menester comenzar a transitar una nueva etapa signada por la cultura del diálogo y la transparencia para poder construir un país verdaderamente republicano y a la vez competitivo, desarrollado, justo y solidario, para alcanzar en definitiva un futuro mejor en paz y en auténtica libertad.