domingo, 10 de noviembre de 2024

La restricción institucional

A mediados del mes pasado el Banco de Suecia galardonó con el Premio Nobel de Economía 2024 a los autores del libro Por qué fracasan los países, una de las obras más influyentes en las últimas décadas sobre el impacto de las instituciones en el desarrollo económico y el bienestar de las naciones. El premio también recayó sobre otro prestigioso economista que realizó investigaciones relacionadas sobre el mismo tema.

El Comité Nobel de la Real Academia Sueca de las Ciencias reconoció que el tema de investigación no era novedoso, pero destacaron que los premiados habían identificado evidencias acerca de la importancia de las instituciones en la brecha económica y el nivel de ingresos entre los países.

En dicho libro, Daron Acemoglu y James Robinson explican su teoría con múltiples ejemplos, y afirman que la prosperidad y la pobreza de los países están determinadas por los incentivos que crean sus propias sociedades. Para ello distinguen la adopción de dos tipos de instituciones: aquellas que son “inclusivas” fomentando a las personas que aporten sus habilidades a las actividades económicas ofreciéndoles seguridad jurídica para que aprovechen su talento y, por otro lado, aquellas instituciones que son “extractivas”, vale decir, extraen rentas y riquezas de gran parte de la sociedad para beneficiar a un subconjunto de personas que buscan consolidar su poder, desalentando el ahorro, la inversión y la iniciativa empresarial.

De esta manera, concluyen que las primeras instituciones motorizan la prosperidad de los países mientras que las segundas los arrastra a la pobreza, impidiéndoles emprender el camino hacia el crecimiento económico tal como sucede en muchos países de África, Sudamérica, Asia y Oriente Próximo. Es por ello que, para los autores, la pobreza no es un problema geográfico, ni cultural sino institucional, y sus distintas historias conducen a diferentes élites que conllevan un círculo vicioso con implicancias de empobrecimiento social que difieren solamente en su intensidad, pero exhiben a las instituciones extractivas como factor común.

Sin dudas, nuestro país sufre una enorme restricción institucional muy arraigado a lo largo de su historia. No podemos desconocer que el marco institucional argentino fue degradándose para caer en las tramas extractivas de aquellas instituciones que frenan el desarrollo, habiendo generado períodos de grandes frustraciones y violencia debilitando los pilares constitucionales de la República.

El tiempo nos atestiguará si verdaderamente comenzamos a recorrer una trasformación de las instituciones o es un ensayo que nos trae un nuevo “déjà vu”. Mientras tanto, el contexto internacional tampoco nos ayuda en esa dilucidación dado que estamos en presencia de una renovada polarización ideológica. La revolución tecnológica no trae consigo un manual ético de instrucciones, sino por el contrario, impera la anarquía y la descentralización en la información que, paradójicamente, contribuye a la creación de violentos antagonismos y a la concentración del poder en grandes corporaciones propias de las instituciones extractivas.

La pregunta que emerge es, pues, si ingresamos a una instancia de configuración institucional cuyo eje central ya no es el estado de derecho, sino la administración de ese capitalismo de plataforma que tiene como líderes a las megaempresas norteamericanas y, nada menos que, a China comunista de principios institucionales extractivos por definición pero desconcertadamente inclusiva en términos de prosperidad económica tras una civilización milenaria.

Este caso discordante renueva la controversia entre institucionalismo y culturalismo. Personalmente considero que la primacía de una corriente de pensamiento sobre la otra no debería ser mutuamente excluyente sino complementaria.

La esencia de la cultura es trascendental, en efecto, los valores que prevalecen en la sociedad moldean las instituciones y éstas a su vez refuerzan la eficacia de las primeras. De este modo, los valores y las instituciones van articulando el desarrollo económico protegiendo los derechos de propiedad y las libertades individuales, sin privilegios para nadie, creando las condiciones inclusivas para potenciar las capacidades humanas y brindar mayores oportunidades para todos.

En consecuencia, si la cultura es el motor del cambio, el primer y gran desafío que tenemos por delante consiste en examinar esos valores virtuosos que nos permitirán liberar las restricciones institucionales y alcanzar el bienestar general que soñaron los padres fundadores de nuestra patria.

sábado, 23 de diciembre de 2023

La esperanza de una nueva Argentina

Esta esperanza no es infundada. La posibilidad de un cambio de paradigma en nuestro país es un ideario que anhelo desde mi época de estudiante en la Universidad Católica Argentina en los inicios de la década de los '80.

Como explico en los comentarios vertidos en la versión web acerca de este blog, fue en esa institución académica en donde comencé a transitar por el camino de la libertad y la religión, un camino que para muchos puede ser filosóficamente incompatible, pero para mí sigue siendo un verdadero desafío intelectual y espiritual, y por qué no existencial.

Ese cambio esperanzador que albergan las convicciones occidentales de origen cristiano y propias del liberalismo clásico, requiere al menos de dos pilares fundamentales: la despersonalización del poder y un orden jurídico acorde al régimen republicano constitucional.

Es por ello que mi esperanza de una nueva Argentina no reposa en la mera asunción de un presidente libertario quien ha alcanzado su flamante gobierno a través de una campaña agresiva y muy controvertida, abrazando además una teoría utópica rothbardiana. Por el contrario, la esperanza se asienta en la contundente demanda de un cambio expresado en las urnas por gran parte de la sociedad, cansada de la opresión y la obscenidad política. La degradación cultural es muy preocupante, y el endémico desequilibrio fiscal que vulneran los derechos de propiedad frustran el destino nacional con desgarradores niveles de pobreza y otras similares consecuencias en la salud, educación y seguridad.

Luego de las fallidas políticas de los ’90 y el intento de un cambio gradual formulado durante la gestión del 2015/2019, renace ahora una nueva esperanza al cumplirse 40 años de la restauración democrática, y nada menos que a través de un clamor por la libertad, un genuino acto de rebeldía cívica que implica, por supuesto, un alto riesgo de gobernabilidad en la historia pendular argentina.

Esperemos que esta vez los ciudadanos en su conjunto, pero particularmente sus dirigentes, tomemos conciencia y aprendamos una lección primordial que nos brinda la cruda realidad: la reducción del gasto público, la privatización de las empresas estatales y la desregulación de los mercados es una condición necesaria pero no suficiente. Como ya lo hemos señalado, la limitación del poder y la garantía de las libertades individuales deben ir acompañadas de un sistema de valores que afiance las instituciones hacia un salto cualitativo de la sociedad, promoviendo la transparencia, el desarrollo virtuoso de las personas y la ética de la inclusión.

El desafío es enorme, transformar el Estado implica terminar con los privilegios y el abuso ejercido por élites dominantes a lo largo de muchas décadas. Como bien decía Ortega y Gasset en su gran obra La rebelión de las masas, “el liberalismo -conviene hoy recordar esto- es la suprema generosidad […] es un ejercicio demasiado difícil y complicado para que se consolide en la tierra”.

Que Dios nos ilumine en esta Navidad tan especial que estamos por comenzar, y nos brinde el discernimiento y la fortaleza suficiente para emprender un cambio verdadero en paz, con justicia y en libertad.

sábado, 20 de agosto de 2022

Libre empresa y acción humana

Las distintas Escuelas de la Administración nos han brindado un abanico de tipologías de empresas en función a su actividad, finalidad, propiedad, origen del capital, organización, tamaño, estructuras jerárquicas, entre otros factores. Pero el esfuerzo por prevalecer la libertad ante cualquier definición de empresa radica en enfocar el objeto de estudio en un aspecto fundamental y más general que hace a la esencia de la empresa: la “acción humana”.

Para ello tomaremos la dilucidación que Ludwig von Mises le ha consagrado a este presupuesto fundamental en su tratado de economía La Acción Humana (1949) y que ha dado impulso y desarrollo a la “praxeología”. Para Mises la acción humana es una “conducta consciente”, es una “voluntad transformada en actuación” con “precisos fines y objetivos”, que implican siempre “preferir y renunciar”. Así, la acción humana es la conducta deliberada de “sustituir un estado menos satisfactorio por otro mejor”.

Esta conceptualización misiana de asignar medios escasos para alcanzar fines precisos que mejoren nuestro estado de satisfacción, es propia de la naturaleza humana e implica una necesaria libertad y una categoría apriorística de la razón acerca de las causas que puedan provocar esos cambios buscados y deseados.

Estas valoraciones positivas son, ni más ni menos, las que impulsan y motivan a los empresarios a alcanzar sus objetivos a través del intercambio de los bienes y servicios que ellos han decidido emprender para optimizar sus intereses.

Daniel Kahneman, psicólogo y Premio Nobel de Economía, nos dice en su libro Pensar rápido, pensar despacio (2011) que “el optimismo es algo normal” y que dicha actitud “es en buena medida heredada, y es parte de una disposición general al bienestar, que quizá incluya una preferencia por el lado positivo de las cosas”, y es esa actitud optimista la que lleva a un “sesgo cognitivo” aún en contextos de incertidumbre. Es así como Kahneman nos dice que “en Estados Unidos, las posibilidades de que un pequeño negocio sobreviva a los cinco años son de un 35 por ciento”, sin embargo, “los individuos que montan tales negocios no creen que las estadísticas se puedan aplicar a ellos”.

Este diagnóstico se halla justamente en línea con el pensamiento misiano: la acción humana conlleva una escala de valores cuya jerarquización es propia de cada persona y por tal motivo no son aplicables datos matemáticos empíricos del pasado para explicar los comportamientos futuros de los seres humanos.

Como ya hemos expresado en otra oportunidad, las acciones humanas no son asimilables a las leyes físicas ni responden a cuestiones “mecanicistas”, en ellas no hay regularidades análogas a las ciencias naturales. Por el contrario, el libre albedrío incorpora una diversidad de percepciones y expectativas en función a las propias voluntades y capacidades humanas que le otorgan a las ciencias sociales un estatus científico de relativa rigurosidad predictiva.

Es por ello que no dejaremos de insistir en las ideas que Popper despliega de forma convincente en La miseria del historicismo (1957), dado que toda tentativa de abordar un dominio científico de las acciones humanas significaría una “ingeniería social” cuyo historicismo determinista desconocería al factor humano como “el elemento incierto y voluble por excelencia de la vida social”, y en última instancia, “cualquier intento de controlarlo completamente tiene que desembocar en la tiranía”.

Estos elementos epistemológicos básicos son suficientes para concluir que la empresa es una manifestación innata de las acciones humanas y que por tal motivo no puede disociarse de su necesaria libertad, constante evolución y búsqueda de oportunidades responsables ante las incertidumbres que depara la vida.

sábado, 18 de diciembre de 2021

El “mentoring” empresarial

La alusión anglosajona “mentoring” significa asesoría o tutoría, es la acción de guiar, instruir o aconsejar y cuyo origen proviene de un personaje de la Odisea, el poema épico griego atribuido a Homero en donde Ulises, antes de partir hacia la guerra de Troya, le encomienda a su fiel amigo Méntor la formación de su hijo Telémaco para que aprenda a ser un rey ecuánime, sabio y valiente dado su condición de único heredero del reino de Ítaca.

La figura del mentor era usual en la preparación de los reyes en la Antigüedad, especialmente a través de los filósofos quienes influían en la política, el derecho y en la ética personal (no es casual la idea del “filósofo rey” propuesta por Platón en La República). Un ejemplo célebre es el caso de Alejandro Magno quien estuvo varios años bajo la tutela y la enseñanza de Aristóteles, amigo de su padre el rey Filipo.

El mentor fue también clave en el renacer de la vida comercial y social en las ciudades medievales, personificado en el “maestro” del taller quien guiaba a los aprendices con especial dedicación y protección para que adquieran los conocimientos artesanales de la época y puedan luego así convertirse en oficiales.

Los antecedentes del “mentoring” en la historia son muchísimos y variados, y no están relacionados solamente a una relación de mentor-discípulo sino también a un espacio de reflexión, tal como sucedió en los prestigiosos “salones” que fueron el eje de la conversación intelectual en los siglos XVII y XVIII a través de sus anfitriones que organizaban un ambiente prodigioso para la sociabilidad y el intercambio de sabiduría.

La interacción del conocimiento es una actividad propia de la naturaleza humana, de su cultura y civilidad. El hombre no nace con conocimientos “innatos” sino que requiere del aprendizaje, de la experiencia propia y ajena. La filosofía moderna trajo controversias epistemológicas muy ricas en este sentido, y sus consecuencias en el método y la demarcación del conocimiento científico llegan hasta nuestros días.


A partir de las transformaciones en los procesos productivos y las relaciones laborales derivadas de la revolución industrial y especialmente en la era de la información, el mentor retorna al “taller” empresarial por medio de la capacitación y los programas gerenciales en los cuales los ejecutivos corporativos ayudan en la formación de los colaboradores con alto potencial para desplegar y retener a sus talentos.

Actualmente, con la revolución digital, el “mentoring empresarial” se ha extendido a la consultoría siendo una práctica especializada y orientada al desarrollo de las personas o a un equipo de trabajo para guiarlos en la ejecución de proyectos, metodologías o procesos determinados con el fin de interactuar “know-how” y potenciar las capacidades estratégicas de la organización. A diferencia del “coaching” que se dispone a desarrollar ciertas actitudes personales, el “mentoring” está dirigido al desarrollo profesional de largo plazo realizado por “practitioners” que aportan experiencia y conocimiento útil para ayudar a transformar las nuevas soluciones tecnológicas desde otra posición.

Si bien el “mentoring” se enfoca en el saber hacer reduciendo la curva del aprendizaje, requiere asimismo una armonía con las conductas generacionales y los cambios disruptivos fruto de los nuevos paradigmas. Al decir de Peter Drucker en La sociedad postcapitalista, una obra premonitoria publicada a pocos años de la caída del muro de Berlín, la humanidad está frente a un nuevo significado del conocimiento en el cual debemos ir “aprendiendo a aprender”.

Podríamos decir, para concluir, que esta noble y antigua práctica del “mentoring” dejó de ser una forma de transmitir conocimientos para transformarse hoy en un verdadero encuentro de experiencias compartidas, en un diálogo de aprendizaje mutuo para cocrear valor sustentable en un mundo cada vez más complejo y volátil.

sábado, 26 de diciembre de 2020

La ética de la inclusión

En el mes en curso se cumplieron 37 años del retorno a la democracia. Durante este largo período, nuestro país experimentó dos crisis traumáticas: la hiperinflación de 1989 y la salida de la convertibilidad en 2001. Dos debacles que sacudieron los problemas institucionales y sociales de la Argentina como consecuencia de aplicar políticas fiscales desmedidas cuyo riesgo estaba probadamente demostrado en la historia económica mundial.

Por si ello fuera poco, desde hace más de una década se ha duplicado el nivel histórico del gasto público en términos de la producción nacional al pasar de aproximadamente un 20% al 40% del PBI, lo cual no sólo está oprimiendo la inversión privada y la generación genuina del empleo sino que además está destruyendo los tejidos culturales básicos y necesarios para el desarrollo competitivo del país.

Es verdad que la pandemia del COVID-19 nos dio este año un empujón en la caída de la actividad económica al igual que en todo el planeta, pero en el caso argentino desnudó con total crudeza los peligros de nuestra decadente realidad, que venía desde hace tiempo advirtiéndose (con diferentes vaivenes) en el rezago del PBI per cápita en relación no sólo con el promedio del mundo sino también en comparación con la región latinoamericana y especialmente con nuestros países vecinos.

Fuente: elaboración propia en base a The World Bank

La última publicación del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina da cuenta de una situación inaudita: el 44,2% de la población total se encuentra bajo la línea de la pobreza, mientras que el 64,1% de los menores de 18 años vive en hogares cuyos ingresos son insuficientes para procurarse el conjunto de bienes y servicios primarios.

Todos estos datos resumen y ponen en evidencia que más allá de los relatos de la inclusión social con millones de personas beneficiadas a través del asistencialismo estatal, el fracaso de la Argentina es concluyente y ya no se puede ocultar más el escándalo de su pobreza. Es imprescindible cambiar las políticas públicas para evitar un tercer colapso cuyas consecuencias podrían ser verdaderamente dramáticas.

Estamos a tiempo, la convivencia democrática es una invención humana que tiene siglos de ambigüedades políticas, y tal como la examina Fernando Savater en su Invitación a la ética, la democracia es un “ideal”, no posee una “fórmula política” para el “aquí y ahora” sino que por el contrario, “la ciudad de los hombres” es una “tarea” que “debe permanecer siempre abierta e inacabada” y cuya pretensión democrática tiene, entre otras cuestiones, “la abolición efectiva de las desigualdades del poder” que nos lleven a “redescubrir la verdadera diversidad”, pretendiendo asimismo una “permanente transparencia de la administración” colocando al “trabajo” como principal “campo de lucha”.

La meta más noble de una sociedad organizada es vencer la escasez natural a través de la coordinación de todos sus miembros, valorando la pluralidad de las capacidades humanas. Es por ello que, dejando de lado las especulaciones partidarias, las reflexiones que he seleccionado del filósofo español son en mi opinión las claves éticas del éxito democrático: limitación al poder, transparencia y trabajo. Claramente, y a la luz de los resultados, nuestro país sigue estando muy lejos de alcanzarlo.

Revertir tantos años de frustración es sin dudas un gran desafío pero no es imposible. Debemos perseverar en el reclamo a nuestros mandatarios para que cumplan con su compromiso conforme a la Constitución Nacional, y así transformar en efecto las funciones primordiales del Estado y encaminarnos hacia un sistema de valores que nos permita lograr un progreso virtuoso y auténticamente inclusivo, con prácticas sensatas para revertir la pobreza y honrar la dignidad de las personas, resguardando la iniciativa individual, la confianza mutua y la cooperación social, pilares esenciales para una renovada esperanza en nuestra querida Argentina.

viernes, 7 de junio de 2019

Banca, fintech y después...

La reciente noticia sobre los nuevos requisitos que exige EEUU para tramitar la visa solicitando la identificación del usuario en las redes sociales, entre otros datos, es una muestra cabal de la importancia que estas redes tienen para la predicción de los comportamientos humanos.

Los datos publicados por Statista Digital Economy son contundentes acerca del poder de internet en ese sentido. ¿Qué sucede en 60 segundos en internet? El informe indica que en tan sólo un minuto se realizaban en el año 2017 más de 3,8 millones de búsquedas en Google, mas de 87.000 horas de videos eran vistos en Netflix, más de 1,5 millones de canciones eran escuchadas en Spotify, más de 400 horas de videos eran subidos en YouTube, se enviaban más de 156 millones de correos electrónicos, más de 243.000 fotos se subían a Facebook y otras 65.000 en Instagram, se enviaban más de 350.000 tuits, más de 29 millones de mensajes por Whatsapp, se abrían más de 120 nuevas cuentas en Linkedln y se efectuaban más de 18.000 “matches” en Tinder, entre otras tantas acciones efectuadas en las redes sociales.

El avance tecnológico es exponencial y nunca la humanidad estuvo tan conectada como en la actualidad. Con la revolución de internet han nacido nuevos modelos de negocios y un sin número de plataformas colaborativas que reconfiguraron la interacción social y el estilo de vida de las personas. Estos cambios de gran impacto en las formas de consumo y en la manera de relacionarse, potenciados especialmente por los "nativos digitales", son la mayor amenaza para los bancos quienes deben adaptarse con estructuras muy pesadas y burocráticas.
 
En este contexto, las redes sociales por medio del “big data”, “machine learning” y otras herramientas de “data science” saben hoy más de las personas que cualquier agencia de crédito y tienen una posición privilegiada para poder ofrecer servicios financieros mucho más ágiles y eficientes acorde a los nuevos hábitos de los usuarios al igual que el resto de los servicios que brindan con inigualable éxito. Hace ya varios años que las grandes empresas tecnológicas han pasado a ser las compañías de mayor valor desplazando a las industrias convencionales y generando una formidable y alentadora expectativa en todo el ecosistema fintech.

 
Fuente: Elaboración propia en base a datos de mercado, Yahoo y S&P Global 

¿Podría significar esto el final de los bancos? Como puede apreciarse del gráfico anterior, los activos de las entidades financieras son muy significativos dado que a través de ellos se canaliza una enorme proporción de los flujos de fondos de la economía mundial. Por otro lado, las regulaciones en los países son cada vez más estrictas a los efectos de controlar el origen de los fondos y la legalidad de las transacciones globales, y por lo tanto los bancos siguen siendo una pieza fundamental al ser los intermediarios del dinero cuyo monopolio se encuentra en manos de los diferentes Estados. 
 
De esta manera, la alianza entre la banca y las fintech es una necesidad cuyo eje central es el “usuario” quien demanda nuevas experiencias vinculadas tanto a la ingeniería como al diseño y la funcionalidad de las plataformas utilizadas. Sin dudas el plato fuerte de las empresas tecnológicas son los sistemas de pago, siendo por otro lado su gran desafío el sistema de préstamos especialmente el “crowdlending” entre empresas.

El crédito bancario es un instrumento relevante de financiación en las empresas cuya utilización puede apalancar positivamente sus resultados y propósitos estratégicos, como así también ocasionar un severo perjuicio a la organización y a sus “stakeholders”. Es por eso que entender la lógica crediticia y las buenas prácticas utilizadas en las entidades financieras facilita el acceso idóneo a las fuentes de financiación, posibilitando la creación de valor tanto en las empresas como a los emprendedores que necesiten recurrir a terceros para poder abordar sus nuevos negocios.

De qué manera las fintech y las grandes empresas tecnológicas podrían ofrecer un volumen prominente de asistencia crediticia en la economía empresaria y cuál sería el “marketplace” para colaborar sin conflicto de intereses en esa asistencia, son algunos de los grandes interrogantes que plantean las finanzas 4.0. Ante este difícil reto y que hasta ahora no se ha podido desentrañar, nos podríamos preguntar si el advenimiento de la moneda virtual y, acudiendo a la calificada obra de Hayek, la desnacionalización del dinero no serían las claves de dichos interrogantes.
 

domingo, 30 de diciembre de 2018

Navidad, un festejo que nos interpela

Una vez más, y como viene sucediendo desde hace muchos años, el gran ausente en los festejos de la Navidad es, paradójicamente, Jesús. La desnaturalización en la conmemoración cristiana de la Natividad del Hijo de Dios no es casual, hay muchos factores e intereses para transformar una celebración religiosa en un evento comercial y pagano, y más allá de esos motivos, hay un campo propicio para lograrlo: una sociedad relativista que privilegia lo efímero y que no desea ahondar en las creencias aún cuando en esa evasiva se incurra en las mayores contradicciones.

El hombre es un ser espiritual, cuyas creencias no sólo lo despojan del vacío existencial sino que además le permiten superar la mera acción inmanentista de la libertad. Como decía con gran sabiduría Ortega y Gasset en su ensayo Ideas y creencias, mientras en las “ideas” pensamos y hacemos, en las “creencias” somos y estamos, unas se tienen, se conjeturan, las otras nos sostienen, son el “continente de nuestra vida”.
 
El nacimiento de Jesús es el eje de la historia universal, a partir de Él no sólo nace el cristianismo sino que además dividimos la cronología de los hechos históricos. Pero la Encarnación del Dios Hijo en la Virgen María por el Espíritu Santo no es sólo un hecho histórico para los cristianos sino un hecho sobrenatural, una revelación divina que nos trae la buena noticia: Dios está con nosotros, Jesús es el Señor de la historia, Él es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).
 
Este es el verdadero motivo del festejo el cual brota de un saber muy particular: la fe, complemento de la razón y alimento de la esperanza. Las experiencias religiosas implican “releer” la realidad de la vida, es sumergirse en un fascinante misterio para descubrir lo sagrado sondeando detrás del velo de la ignorancia.

A diferencia de lo que muchos piensan, la fe no es ingenuidad ni un impedimento para el progreso, por el contrario, requiere cultivar el espíritu y experimentar una gran contemplación de tal modo poder transformarnos en colaborador de Dios para la obra de su Creación. Así la fe es un auténtico medio absolutamente voluntario para la ayuda mutua entre las personas, sin la necesidad de un Estado que gobierne nuestras vidas a su antojo sino que proteja los derechos naturales del hombre para su fructífera cooperación social.

Cuando pienso en aquellos colonos ingleses del “Mayflower” me los imagino desembarcando con la esperanza propia de la convicción religiosa que los convocaba. Alexis de Tocqueville en su clásica obra La democracia en América relata las costumbres y las ideas de esos colonos y su influencia en la estructura política de ese nuevo país, y entre muchas otras consideraciones expresó que “la religión ve en la libertad civil un noble ejercicio de las facultades del hombre; en el mundo político, un campo cedido por el Creador a los esfuerzos de la inteligencia”.

Es precisamente ese ejercicio de la libertad una necesidad humana para la sana convivencia y de total conformidad con la proclamación evangélica: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,39). La civilización del amor tantas veces proclamada por Juan Pablo II es la propuesta cristiana para impulsar una sociedad honesta, respetuosa, justa y solidaria, y esa propuesta debe ser animada por el propio testimonio de los cristianos, porque “en esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan unos a los otros” (Jn 13,35).
 
Este es el mandamiento nuevo de Jesús y que nos llama a su permanente encuentro como el primer día. En Deus caritas est, la primer encíclica del pontífice emérito Benedicto XVI nos señala que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida” y esa Persona es Jesús, el Hijo de Dios enviado al mundo “para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4,9).
 
La Navidad no debe ser motivo de conflictos y contradicciones sino de una bendita armonía. Festejar el tiempo litúrgico de la Navidad significa celebrar la llegada del Salvador y una oportunidad para abrir los corazones, estrechar los lazos de amor fraterno y seguir alimentando nuestra fe en el Dios Uno y Trino para alcanzar la vida eterna.