sábado, 31 de octubre de 2015

Hacia un futuro mejor

Nuevamente los argentinos nos hemos emprendido a renovar otro período presidencial, por lo tanto es una buena oportunidad para preguntarse en qué condiciones vamos a seguir edificando nuestro ineludible viaje hacia el futuro.

Para ello comenzaremos repasando un diagnóstico de la situación actual a través del Barómetro de la Deuda Social Argentina elaborado por la Universidad Católica Argentina quien nos brinda un cuadro pormenorizado de nuestra calidad de vida en términos colectivos. Y es así que dicha investigación nos revela un desolador escenario como resultado de los elevados índices de pobreza estructural, altas necesidades básicas insatisfechas, baja calidad en el empleo y en el sistema social, déficit en el acceso a las viviendas y los servicios domiciliaros de red cloacal, agua corriente y gas natural, deterioradas condiciones de salud y hábitos de prevención, desconfianza en las instituciones, falta de garantías en la seguridad e integridad física de los ciudadanos, entre otros indicadores.

Este escenario se exhibe además con brechas significativas entre los distintos sectores y estratos económicos sociales y, tal como manifiesta el Rector de la Universidad en el prólogo del informe, esta cruda realidad no es sólo una deuda pendiente del gobierno sino un desafío que interpela a toda la sociedad, a los empresarios, a las instituciones, a las ciudades, a las familias y a cada uno de nosotros.

Es posible que no debamos irnos muy lejos en el tiempo para descubrir las causas de los errores pero no podemos desconocer que cargamos con una pesada herencia que se remonta a los orígenes de nuestra nación. Como nos expresa José Luis Romero en Las ideas políticas en Argentina, las huellas de la era colonial no se han podido borrar a pesar de las múltiples contingencias del desarrollo histórico.

Ahora bien, ¿cómo ha sido ese desarrollo? Luego de la conquista y colonización española en América por más de 300 años, el pasado de nuestra nación se ha desplegado a través de un sinuoso camino institucional a lo largo de otros 200 años. Una cronología muy sucinta de la historia nacional nos permite visualizar estos vaivenes:

Después de atravesar rápidamente nuestra historia podríamos decir que numerosos factores explicarían la debilitada economía y calidad institucional, y en ese sentido podemos hallar una extensa bibliografía que examina, desde diferentes perspectivas, la compleja sociología argentina. Pero hay un factor en particular que podría considerarse clave para este análisis: el abuso del poder y la práctica autoritaria del liderazgo político y su consecuente desapego al espíritu republicano presente en los antecedentes revolucionarios de nuestra nación a partir del constitucionalismo norteamericano y consagrados luego por Juan Bautista Alberdi en las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina; como nos dice Natalio Botana en La libertad política y su historia, en la América de habla hispana quedó en pie la independencia mientras la república comenzó a recorrer desde entonces un largo trayecto, que aún no ha concluido, en procura de su legitimidad.

Es la cultura de la dominación por la fuerza o por las acciones demagógicas las que han desatado una constante tensión y desunión en el país, generando desconfianza y egoísmos sectarios nocivos a los valores más profundos de nuestra sociedad; y ello se puede advertir a través de las diferentes antinomias que fueron (y siguen) apareciendo a lo largo de la historia y que en general han sido acompañadas de hechos violentos que forman parte de nuestra antología nacional.

La democracia de por sí asume una condición inconstante propia de la libertad y la movilidad social, de allí que este sistema político además de su esencia republicana y representativa requiere una convivencia pacífica y solidaria, y un verdadero respeto de los derechos individuales, alejados tanto del clientelismo político como de la marginación social.

Revertir esta evolución histórica es una misión de todos, con distintos grados de responsabilidad claro está, pero de todos al fin. No podemos persistir en los mismos errores, tenemos que aprender las lecciones del pasado, debemos hacer un cambio superador para revertir la deuda social descripta inicialmente, y el primer paso para ello es comprender el verdadero significado de la patria, cuyo valor hoy se ve manipulado en acontecimientos meramente triviales o usos indebidos de todo tipo.

La patria (del latín pater patris) alude a la tierra de nuestros padres, a la deuda que tenemos con quienes vivimos en comunidad. Es por ello que el patriotismo es un deber del ciudadano de cooperar al bien común y como nos expresa Santo Tomas de Aquino “después de Dios, a los padres y a la patria es a quienes más debemos” porque por El existimos, de ellos nacemos y en ella nos criamos.

Más allá del nombre presidencial que surja del histórico “ballottage” que vamos a participar en los próximos días, se hace menester comenzar a transitar una nueva etapa signada por la cultura del diálogo y la transparencia para poder construir un país verdaderamente republicano y a la vez competitivo, desarrollado, justo y solidario, para alcanzar en definitiva un futuro mejor en paz y en auténtica libertad.